ORGANIZACIÓN PASTORAL DE LAS PARROQUIAS (Necesidad de una organización pastoral)
- Mons. Ricardo Tobón Restrepo (Arzobispo de
- 8 oct 2015
- 2 Min. de lectura

La naturaleza y misión de la Iglesia se realizan en la Iglesia diocesana, en comunión con la Iglesia universal. A su vez, la Iglesia particular se encarna y articula en las parroquias. En ellas, comunidades de fe, de oración, de amor y de misión, se plasma la vida eclesial de la diócesis; se integran las vocaciones y servicios; se vive toda la realidad cotidiana. Hoy, más que nunca, las parroquias son indispensables para lograr una verdadera y nueva evangelización, para construir comunión y para dar respuestas pastorales a la actual situación social y cultural.
Se requiere una organización pastoral de las parroquias, que mantenga el espíritu, que dé estructura a los servicios e iniciativas, que garantice una coordinación a nivel particular y general, que permita permanencia en el tiempo del trabajo realizado, que ofrezca a los agentes esquemas, itinerarios y apoyos para su labor, que facilite una provechosa integración de fuerzas, recursos y experiencias en los arciprestazgos, en las vicarías y en toda la arquidiócesis.
En todas las parroquias hay esfuerzos y logros significativos en el campo pastoral. Esto es obra de Dios que guía a su pueblo y de sacerdotes, religiosas y laicos que han trabajado generosamente. Por consiguiente, 5 la organización que se propone no es un comienzo absoluto, sino una estructuración y perfeccionamiento de cuanto hasta ahora se ha venido realizando. El propósito es invitar a una visión eclesial común, consolidar experiencias válidas, integrar lo que vivimos y hacemos a nivel diocesano, enriquecer cada parroquia con logros que son posibles y exitosos en otras parroquias.
Esta organización no se puede hacer a la fuerza; las cosas no funcionan por imponer una rígida estructura. Cada parroquia, con sus características propias y sus posibilidades diversas, se debe ir integrando armoniosa y creativamente a la organización diocesana para recibir los beneficios que esto trae y para aportar sus propios logros. No siempre se podrá asumir la organización en su totalidad o al ritmo que se quisiera, pero sí es indispensable que los pocos o muchos pasos que se den estén dentro de una misma propuesta diocesana.
Ninguno es dueño absoluto de la vida eclesial. Todos somos corresponsables. Cuanto hacemos debe estar dentro de una misma espiritualidad de comunión y dentro de una adecuada organización que garantice eficacia apostólica, participación de todos, estabilidad y perdurabilidad en el tiempo. Así nos libramos de la tentación del estancamiento cómodo, del aislamiento en la propia suficiencia y de la incomunicación frente a la acción del Espíritu de Dios en la Iglesia y en el mundo.
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